lunes, 15 de noviembre de 2010

Real Basílica de San Francisco el Grande



La Real Basílica de San Francisco el Grande, es como popularmente llaman los madrileños a este templo, pero muchos no saben que su verdadero nombre es Real Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, y que el pueblo madrileño le cambió el nombre para no confundirlo con otro templo de idéntica advocación que había en la Carrera de San Jerónimo. Por ese motivo le empezaron a llamar al templo por el nombre de su fundador, San Francisco, y por el tamaño de su obra, "El Grande".





San Francisco en su viaje por España y andando por Castilla llegó a Madrid en el año 1214 o 1217, no sabemos con seguridad, y en el lugar donde hoy ocupa la iglesia que nos ocupa, fabricó su propia choza de ramas de los árboles y barro entre dos álamos y una fuentecilla, muy cerca de una pequeña ermita allí existente dedicada a Santa María y desde donde predicaba a los madrileños. Más tarde la ermita fue reformada dándola una mayor amplitud y solemnidad, en estilo gótico y cambiándose entonces el nombre por el de Jesús y María, aunque siempre conocida popularmente como San Francisco. Con el paso del tiempo nuestra iglesia y convento se convirtió en un lugar favorito por parte e las familias nobiliarios madrileñas, lo que dio lugar a una ampliación, para disponer de nuevas capillas y recintos para enterramientos, muchos fueron los hombres ilustres enterrados en la iglesia. El convento se convirtió en cabeza de la Orden, residencia del ministro general y hospedaje de todos los franciscanos que pasasen por la ciudad. En 1760 en un deseo de engrandecer el templo, se demolió la iglesia y el convento no respetándose absolutamente nada y todo desapareció, cuarenta sepulcros de hombres ilustres de Madrid, las obras escultóricas, nada... no quedó nada y con ello desapareció gran parte de la historia de Madrid, pasando el culto a la iglesia cercana de la Venerable Orden Tercera.





Los planos de la nueva iglesia fueron encomendados al arquitecto Ventura Rodríguez, este presentó un proyecto basado en San Pedro del Vaticano, pero fue rechazado por los franciscanos que eligieron el proyecto de fray Francisco Cabezas. El Hermano Cabezas dirige las obras durante siete años, con la financiación del pueblo de Madrid, encabezado por el rey Carlos III, pero en 1768 las obras se paran justo cuando habían llegado a la cornisa. El motivo era que la Academia de Bellas Artes opinaba que los muros no resistirían el empuje de la gran cúpula central. Hubo disputas, acerca de cómo debía de terminarse el proyecto, incluso Ventura Rodríguez, cuyo proyecto había sido rechazado, salió en defensa de lo realizado por el Hermano Cabezas. Las obras volvieron a reanudarse, pero fray Francisco Cabezas abandonó el proyecto y tras su muerte lo siguió Antonio Plo, quien rebajó la altura de la iglesia. Tras un montón de problemas que surgieron al descubrirse que Plo no tenía el título de arquitecto, de fuertes polémicas, expedientes de inspección y problemas con las cuentas de los fondos invertidos en la iglesia, se encarga para que siguiera el proyecto a Sabatini, quien dio mayor solidez a sus muros. Se dotó a las capillas con pinturas de González Velázquez, Goya, Zurbarán y el cerramiento de la cúpula lo realiza el director y arquitecto de la Academia de Bellas Artes, Miguel Fernández. En 1784 fue inaugurado el nuevo edificio, presidido por Carlos III, y consagrado a Nuestra Señora de los Ángeles, pero aún quedaba por hacer mucho, especialmente en la decoración, la cual no se concluiría definitivamente hasta el 1878. Pero no acabaron aquí los problemas de San Francisco, ya que al comenzar la invasión francesa, se realizaron numerosos destrozos en su interior y mas tarde José Bonaparte ideó un plan para convertir la iglesia en Salón de Cortes. Años más tarde ocurrió el asalto y matanza de frailes por el gentío, ante la creencia que habían envenenado las aguas. Al poco tiempo se proclama la ley de desamortización y supresión de las órdenes religiosas, decretada por el ministro Mendizábal y se expulsa a los franciscanos. El convento se destina a cuartel de Infantería y los cuadros al museo de la Trinidad. La iglesia quedó abandonada y sin culto, pero cuando se dieron cuenta de la importancia del edificio, se intentó devolver su antiguo esplendor. Se realizaron obras de restauración y se trajo parte de la sillería del monasterio del Parral de Segovia que fue colocada en el presbiterio. En 1869, se ejecuta el proyecto de convertir el templo de San Francisco en Panteón de hombres ilustres y se trasladaron los restos de Juan de Mena, el Gran Capitán, Alonso de Ercilla, Ambrosio de Morales, Lanuza, Quevedo, Calderón, marqués de la Ensenada, Ventura Rodríguez, Juan de Villanueva y Gravina. Pero tiempo después, todos fueron devueltos de nuevo a sus lugares de origen. Se volvieron a intentar obras de restauración que no fueron por buen camino al escoger artistas equivocados y sin estar acabadas, el templo fue abierto de nuevo para celebrar los funerales de Alfonso XII en 1885 y de una forma definitiva en 1889. En 1926, por Real Decreto se devolvió el servicio a los franciscanos. En 1971 se levantaron andamios para su restauración después de los desperfectos por filtraciones de agua y que dañaron a los frescos y las cúpulas, permaneciendo dichos andamios en el interior de templo, hasta que en 2006 se quitaron, es decir, 35 años después, más tiempo del que se tardó en construir la iglesia, que por cierto... fue declarada por el Papa Juan XXIII, basílica menor en el año 1963.

Vista lateral de cúpula. El exterior de las cúpulas de las capillas laterales imitan a la central




El exterior de la iglesia es una de las obras más representativas del neoclasicismo español. A la fachada de forma convexa le rematan dos torres con chapiteles de forma achatados y se encuentra dividida en dos cuerpos claramente definidos. El primero e inferior se sostiene por unas grandes columnas adosadas de orden dórico, con basas que enmarcan las tres grandes puertas, estas rematadas por arco de medio punto. El paso al segundo cuerpo se ha realizado por un gran entablamento. En esta segunda zona predomina el orden jónico, pues de esta estética son las grandes columnas, también adosadas, que lo sustentan, pero en este caso lo que enmarcan son las tres grandes ventanas adinteladas que iluminan el coro. La central se encuentra rematada por un frontón triangular en cuyo centro se halla el escudo del Santo Sepulcro. Toda la fachada se culmina por una balaustrada pétrea. En sus plintos hay seis esculturas realizadas en piedra por la Casa Mayer y Compañía de Munich, establecida en Londres, y representan a San Agustín, San Antonio de Padua, Santiago el Mayor, Santo Domingo de Guzmán, San Buenaventura y San Francisco de Asís. En el centro se aloja un gran escudo franciscano, rematado por la corona real de los Borbones. Detrás de la fachada se levanta la gran mole de la cúpula, la cual está enmarcada por las dos torres-campanario, realizadas por Sabatini, y en cuyos tejados se ven las cinco cruces del Santo Sepulcro, señal de la vinculación del templo con Tierra Santa.






El auténtico fallo de esta iglesia, es el efecto de la cúpula, que por la ausencia de tambor, que quitó en la reforma el arquitecto Plo, se quedó aplastada y sin la perspectiva que se quería lograr y observandola desde fuera, nadie se puede imaginar la grandiosidad y la magnitud de esta bella obra de arte que se puede ver desde el interior. Hemos de decir que es la tercera cúpula en diámetro más grande del mundo en la cristiandad, detrás de el Panteón de Agripa y San Pedro en Roma y por delante de Santa Sofía en Estambul, Los Inválidos en París o la catedral de San Pablo en Londres.

La cúpula escondida entre las dos torres de la fachada





Interior de la Basílica







En el interior sobresalen doce apóstoles de casi tres metros cada uno en mármol de Carrara. Destaca entre sus capillas, una donde se encuentra el cuadro de San Bernardino de un Goya recién llegado a la Corte y que lo pintó para hacer notar su valía, ya aquí se pueda adivinar el estilo futuro del genio de la pintura. En este cuadro uno de los espectadores reflejados en la pintura es el propio autor, es uno de sus autorretratos. Otros cuadros que se encuentran en el templo son de Alonso Cano y Zurbarán. Pero vayamos con el recorrido.

El presbiterio es más ancho y largo que las demás zonas del edificio. Se encuentra precedido por un espacio rectangular, que se remata en la zona del altar por un espacio semicircular, también sostenido por pilastras y que se cubre por una bóveda de cuarto de esfera.




El retablo está constituido por cinco grandes pinturas, realizadas en el siglo XIX, con tema franciscano. Fueron ejecutadas en colaboración por Manuel Domínguez y Alejandro Ferrant. El último realizó los dos lados correspondientes al Evangelio, mientras que Domínguez realizó los correspondientes al lado de la epístola. En el centro del altar ambos pintores realizaron el Milagro o Visión de la Porciúncula, en que Cristo y la Virgen se aparecen al Santo de Asís. Sobre estos cuadros, y en el casquete semiesférico que corona el altar mayor, Manuel Contreras pintó a Ángeles Pasionarios. Sobre el arco toral el mismo artista reflejó el Tránsito de la Virgen. Delante de las pilastras se disponen las hermosas y grandes esculturas de los Cuatro Evangelistas, realizadas en madera y escayola, aunque imitando bronce. Fueron diseñadas por Jerónimo Suñol, siendo realizadas por Sanmartí y Molinelli. En el centro del altar se encuentra el Sagrario, realizado por Juan Ruiz Schumague, en mármol con plata sobredorada, y rodeando toda la capilla se encuentra una soberbia sillería de la que hablaremos después.






Cúpula


En el interior destaca la majestuosidad de la gran cúpula. El diámetro de la rotonda es de 33 metros y desde la cúpula hasta el suelo hay una altura máxima de 42 metros.
Todo el interior de la basílica de San Francisco el Grande se encuentra organizado por la gran cúpula semiesférica, rematada por la linterna y sostenida por tambor. Se divide en grandes gajos, cada uno decorado con pinturas. Se sostiene por una gigantesca cornisa, la cual a su vez se apoya sobre los muros, sostenidos por pilastras adosadas compuestas, pareadas y que enmarcan cada una de las ocho zonas en que se divide interiormente el templo: presbiterio, coro y las seis capillas laterales.
Esta cúpula es lo que más llama la atención en el templo. En el tambor que la sostiene se abren las ventanas, cerradas por vidrieras diseñadas por Francisco Amenigo y Aparici y Roberto La Plaza, siendo realizadas por los talleres de la Casa Mayer y Compañía de Munich. Todos los gallones de la cúpula fue un diseño de Carlos Luis de Ribera, aunque el encargado de llevarlo a la práctica fue Casto Plasencia. Todo el tema iconográfico es la glorificación de María como Reina de los Ángeles, así como santos franciscanos y españoles.


Gallones de la cúpula:

En el correspondiente al altar mayor, plano central de la foto, está allí representada, por obra de Casto Plasencia, la Apoteosis de Nuestra Señora de los Ángeles, en el momento en que es coronada por la Santísima Trinidad. Describamos los dos segmentos que tiene a los lados, a su derecha en el primer segmento, realizado por Francisco Jover Casanova, con diversas Santas españolas: Teresa, Isabel de Portugal, Casilda, Leocadia, Eulalia de Barcelona, Eulalia de Mérida, Engracia y María de Cervelló. El segundo y en esta ocasión el segmento de su izquierda, son Santos españoles: Vicente Ferrer, Hermenegildo, Fernando, Ignacio de Loyola, Leandro, Raimundo de Peñafort, Ildefonso e Isidro.







En el centro de la fotografía que coincide con el frontero del coro, la Estigmación de San Francisco, acompañado por otros santos de la orden por él fundada: Buenaventura, Antonio de Padua, Bernardino de Siena, Francisco Solano, Pedro Regalado, Pedro de Alcántara y el Beato Nicolás Factor, obra realizada por Salvador Martínez Cubells. El segmento de su derecha es el correspondiente a los Doctores de la Iglesia formado por Tomás de Aquino, León Magno, Pedro Crisólogo, Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo. Son obra de Manuel Domínguez Sánchez. En el segmento del otro lado al central, otro correspondiente a Doctores de la Iglesia, Isidoro, Braulio, Bernardo, Atanasio, Agustín, Ambrosio, Jerónimo y Gregorio Magno, también obra de Manuel Domínguez Sánchez.






Los dos segmentos centrales de los laterales que nos faltaban por ver, son dos Conciertos Angélicos realizados por Casto Plasencia.











Delante del presbiterio, y a ambos lados de la Capilla Mayor, se encuentran dos soberbios púlpitos realizados en mármol de Carrara por el escultor italiano Pietro Nicoli, decorados por relieves de bronce dorado, mientras que alrededor de la rotonda central, y sobre altos pedestales marmóreos, se levantan las grandiosas esculturas de los Doce Apóstoles, realizados por Elías Martín, Agapito Vallmitjana, Juan Samsó, Jerónimo Suñol, Justo Gandarias, Mariano Benlliure, Antonio Moltó y Ricardo Bellver.





Santos Simón y Felipe, obra de Antonio Moltó y Lluch



Santiago el Menor, obra de Elías Martín




El coro tiene una distribución similar a la de la capilla mayor. Con un espacio precedente, aunque de menor tamaño y cubriéndose por una bóveda de cuarto de esfera.
La bóveda del coro se cubre por un gran fresco con el tema del Tránsito de San Francisco, realizado en colaboración por Carlos Luis de Ribera y Casto Plasencia. Sobre él aparece Dios Padre rodeado por ángeles, obra de José Garnelo. El órgano fue realizado por la parisina Casa Covaillé-Coll. Aquí en el coro se encontraba otra sillería que dejamos junto a la del presbiterio para después.







Capillas


Alrededor de la zona central se disponen las capillas laterales, cerradas por arcos de medio punto, separadas por verjas de hierro forjado, realizadas en los talleres de Juan González. Las seis capillas son de planta cuadrada, cubiertas por cúpulas semiesféricas, sin tambor, sostenidas por pechinas y rematadas por pequeñas linternas que iluminan el conjunto. Todas las capillas se hallan decoradas con tres grandes lienzos. Uno en el retablo y uno a cada lado en la pared.




Capilla de San Antonio de Padua

En el centro de la capilla lienzo de la Inmaculada Concepción, obra de Mariano Salvador Maella, a su derecha el abrazo de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán, obra de José del Castillo, enfrente San José con el Niño, obra de Gregorio Ferro. En la cúpula una Apoteosis de Ángeles de Roberto de la Plaza, quién también realizó los bustos de santos en las pechinas que sostienen la cúpula. Sobre el altar hermosa escultura del titular, San Antonio de Padua, obra madrileña del siglo XVIII, relacionado con Luis Salvador Carmona. A los pies de la capilla, hermosa talla sin policromar del Santísimo Cristo del Perdón, de finales del XVIII.




Santísimo Cristo del Perdón, talla sin policromar de finales de XVIII






Capilla de Nuestra Señora de la Merced

Capilla de Nuestra Señora de la Merced, dedicada por la prematura muerte de la Reina Mercedes, esposa del Alfonso XII. Todas las pinturas corresponden a Carlos Luis de Ribera. En el central, Nuestra Señora de las Mercedes y sobre el altar una magnífica escultura de la Inmaculada Concepción, realizada por el valenciano Ignacio Pinazo Martínez en 1952, titular de la "Real e Ilustre Archicofradía de la Purísima", una de las más antiguas e importantes de Madrid, por el número de sus congregantes, con alrededor de cuatrocientos mil miembros.







Capilla del Santísimo o de la Pasión

Inspirada en estilo bizantino bajo un proyecto de Marcelo Contreras. En el centro está el Calvario pintado por Germán Hernández Amores. A su izquierda el Sermón de la Montaña, de José Moreno Carbonero y a la derecha está el Santo Entierro, pintado por Antonio Muñoz Degraín y Moreno Carbonero.






Capilla de Nuestra Señora del Olvido

Llamada también la Capilla de Carlos III en recuerdo a la Orden que dicho rey creó en honor de la Inmaculada. De hecho podemos ver en el cuadro central, al monarca arrodillado ante la Virgen, de la cual recibe el collar azul y blanco de su nueva orden, en una pintura de Casto Plasencia. Sobre el altar la hermosa escultura de la Virgen del Olvido, de la escuela castellana del siglo XVII, relacionada con los modelos de Gregorio Fernández. Esta talla cuentan que estaba en el antiguo convento de Jesús y María y que fue encontrada por Fray Manuel Llorente.






Capilla de las Orden Militares o de Santiago

En el centro de la capilla hay un soberbio cuadro de la Aparición del Apóstol Santiago en la batalla de Clavijo en el 844 (Santiago Matamoros), pintado por Casado del Alisal. Sobre el altar un grupo escultórico del siglo XIX de San Francisco en éxtasis y dos tallas contemporáneas de la Virgen del Carmen y San José.






Capilla de San Bernardino de Siena

En la capilla de San Bernardino de Siena se halla el cuadro más conocido de todo el templo, como es el realizado por Francisco de Goya, en el que se representa a San Bernardino predicando ante el rey Alfonso V de Aragón y sus cortesanos napolitanos. A la derecha lienzo de la Aparición de la Virgen a San Antonio, obra de Andrés de la Calleja y en el lado contrario se representa el momento en que San Buenventura acompaña los restos de San Antonio a su basílica de Padua y los prodigios que se sucedieron en el camino de traslado. La pintura es de Antonio González Velázquez. La cúpula fue realizada por Luis Menéndez Pidal en 1917, con una Apoteosis de las Virtudes. En las pechinas están los bustos de diversos santos y los azulejos del alicatado proceden del palacio de Don Álvaro de Luna en la localidad madrileña de Cadarso de los Vidrios, siendo completados por el ceramista Daniel Zuloaga. Sobre el altar una imagen moderna de la Virgen del Pilar.





Lienzo de San Buenvantura acompañando los restos de San Antonio, obra de Antonio González Velázquez




Aparición de la Virgen a San Antonio, obra de Andrés de la Calleja



cúpula de la capilla, con la Apoteosis de las Virtudes, pintada por Luis Menéndez Pidal en 1917



La predicación de san Bernardino de Siena ante Alfonso V de Aragón, de Francisco de Goya




Sillerías

Y digo bien sillerías porque son dos de las que hay que hablar. Parte de la Sillería del Monasterio de Santa María del Parral de Segovia se aloja en esta iglesia desde la desamortización de Mendizabal en 1836 (otra parte se encontraba hasta hace poco en el Museo Arqueológico de Madrid y ha sido devuelta al Monasterio). Fue tallada por Bartolomé Fernández Alemán hacia 1526, donde el tema de los relieves es el Apocalipsis, basado en estampas de Alberto Durero. La sillería es de estilo renacentista y se encuentra rodeando el presbiterio.
Hay que recordar que en este templo estuvo otra sillería gótica del Monasterio del Paular en Rascafría, desde 1883 hasta el 2003. Esta magnífica sillería se encontraba alojada en el coro alto y otra parte en la Sala Capitular, y que a punto estuvo de ser devorada por las termitas, según los conservadores científicos del Instituto del Patrimonio Histórico Español.
Mucha gente se hace un lío con las dos sillerías y creen que la gótica de Rascafría sigue aquí o que la del Parral se la llevaron, pero si en algo si se está de acuerdo, es que las dos sillerías fueron obra del mismo autor.





Junto a las puertas de entrada hay dos monumentales pilas de agua bendita. Las conchas de mármol están sostenidas por ángeles de bronce, la obra fue realizada por Segundo Vancells, fueron modeladas por Algueró Piñana, fundidas por Zaldo y doradas por Juan Martín.





Atrio
Antes de acceder al interior del templo, hay que atravesar el soberbio atrio de este edificio, que como el resto del conjunto es majestuoso. El pórtico es una gran estancia de 23 metros de ancho por 10 de largo. Su pavimento está cubierto por mosaicos. Se sostiene por dos grandes pilares rectangulares que sujetan las bóvedas rebajadas que lo cubren. Estas se hallan ornamentadas por granito, así como por otros materiales, como mármoles de diferentes colores. A su vez tienen pinturas que fueron realizadas en el siglo XIX por el artista Watteler, en donde hay diversos motivos decorativos, vegetales y geométricos. Al fondo se levantan tres puertas que dan acceso al interior del templo. Sobre cada una de ellas hay un gran relieve que imita bronce. Fueron dibujados por Carlos Luis de Ribera, siendo diseñados por Medardo Sanmartí el del centro, con el tea de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona del templo. El de la izquierda por Francisco Molinelli y representa el Tránsito de San Francisco, mientras que el de la derecha es de Rafaél Algueró y refleja el Éxtasis de San Francisco. Estos mismos artistas tallaron los cuatro relieves de las puertas laterales, en donde aparecen Ángeles tenantes con los escudos de Tierra Santa.
Pero lo más bonito de todo el conjunto son las grandes puertas. Fueron talladas en nogal de los Estados Unidos y siguen modelos renacentistas españoles. El diseñador de los relieves y motivos decorativos fue Antonio Valera, restaurador de las esculturas del convento franciscano de San Juan de los Reyes de Toledo. Su talla corrió a cargo de Agustín Mustieles, mientras que fueron construidas por la Casa Juan Guas. Los herrajes son obra de José Callejo, según diseño de Justo Notario. Son en total siete las puertas que aparecen en el atrio.










Pegado a San Francisco el Grande pared con pared, nos encontramos con la Capilla del Cristo de los Dolores, uno de los monumentos más insignes del barroco en Madrid, pero que dejaremos para otro momento en el blog.

La ausencia de tambor, no nos deja ver la magnitud de su cúpula



Pasó mucho tiempo este templo de San Francisco el Grande con andamios, durante años y años, siempre que entré, me encontraba con ese esqueleto de hierro y una cubierta de madera en la cúpula de tal forma que no conocía sus frescos ni sus capillas, nunca había visto el interior de la maravillosa cúpula. Fueron casi cuarenta años ocultos tras esos hierros. Pero ahora quien quiera conocerla, no tendrá ningún problema en admirar y contemplar su maravillosa cúpula y el interior del templo en todo su esplendor.










sábado, 13 de noviembre de 2010

Iglesia del Hospital de la Venerable Orden Tercera de San Francisco



La iglesia del Hospital de la Venerable Orden Tercera, es uno de esos lugares desconocido para muchos de los madrileños. Es raro encontrar a alguien que la conozca, por eso, aquí os mostraré esta joya barroca que se encuentra escondida a los ojos del público.

Su construcción se remonta a la segunda mitad del siglo XVII, una vez finalizadas las obras de la capilla del Cristo de los Dolores (de la que hablaremos en este blog más adelante en otro artículo), la cofradía decidió la realización de un Hospital con destino a sus cofrades enfermos, para lo cual, se compraron terrenos en la calle de San Bernabé, que está muy próxima al convento de San Francisco, pegada al cual se haya la Capilla de la Venerable Orden Tercera. La obra fue encargada al mismo arquitecto que construyó la Capilla del Cristo, Marcos López, en 1679. Se realizó la planta y las trazas, pero la ejecución se encomendó a Luis Román, que murió en 1681, continuando sus hijos Diego y Matías en la dirección de la construcción. En 1683, Bartolomé Hurtado, maestro mayor de las obras reales, visitó las obras y se realizaron algunas rectificaciones. El Hospital fue inaugurado en 1686. En este hospital, las bóvedas están pintadas por Teodoro Ardemans y Tomás García, realizadas en 1683. Además tiene una buena colección de obras artísticas, destacando las situadas en la escalera de doble rampa que converge en el rellano principal. Destacamos un gran lienzo de Van Dyck que representa la mujer adúltera, procedente del Escorial, dos pinturas de Carreño de Miranda: la Anunciación y los Desposorios de Santa Catalina con Cristo, de lo mejor de la escuela barroca madrileña y otras obras de López de Zárate, Francisco Dieussart, Sánchez Cotán y Antonio Pereda.

la escalera de doble rampa del hospital de la Venerable Orden Tercera



La Capilla del Hospital que nos ocupa hoy, se inició en 1693 según los planos del propio Teodoro Ardemans (aunque esto no se puede confirmar) y siguiendo el proyecto de José Arroyo, que fueron continuados por Felipe Sánchez. La iglesia se consagró en 1699.

La fachada cóncava, se organiza en un rectángulo al que se abre la puerta con arco de medio punto, ventana adintelada y encima el escudo de la Orden entre dos óculos, se remata por un ático mixtilíneo con otro óculo en el centro. Se enmarca por dos machones rectocóncavos que junto al ático, dan al conjunto un aspecto movido.




fachada de la iglesia, junto a ella, la entrada barroca que da acceso al Hospital







La iglesia consta de una nave dividida por pilastras con capitel dórico, entablamento y cornisa un tanto volada, ventanas termales y bóveda de cañón con lunetos, siguiendo el esquema del barroco español.

interior de la iglesia con una sola nave
los altares laterales están adornados con retablos barrocos que cobijan lienzos



Sobre el crucero, una cúpula con tambor descansa sobre pechinas, que están decoradas con escudos de la Orden franciscana. En el interior de la cúpula, que está dividida en ocho segmentos con nervaturas, hay cuatro óculos de penetración aovada.

cúpula sobre pechinas decoradas con escudos de la Orden franciscana




El retablo mayor, es de estilo neoclásico y lo realizó a finales del siglo XVIII, Patricio Rodríguez, siguiendo el proyecto del discípulo de Ventura Rodríguez, Francisco Sánchez.

retablo mayor neoclásico, obra de Patricio Rodríguez en el siglo XVIII, según el proyecto de Francisco Sánchez, discípulo de Ventura Rodríguez



En el ático del retablo dos ángeles recostados, atribuidos a José Ginés, escultura que según muchos entendidos, es lo mejor de la capilla.
Cobijada en una hornacina del retablo, se encuentra la imagen de la Virgen Inmaculada, obra de 1867, del escultor madrileño Salvador Páramo y López (1828-1890). A los lados, un San Francisco de Asís y un San Antonio de Padua, dos tallas del siglo XVIII, de la producción Julián de San Martín. Encima de estas dos tallas, unos medallones dorados con los relieves de las Lágrimas de San Pedro y la figura de San Pablo.

La última vez que había entrada a esta iglesia, estaba bastante oscurecida por el tiempo, ahora, que de nuevo he vuelto a verla, puedo decir que se encuentra en un estado muy satisfactorio, todo restaurado y luciendo en todo su esplendor el barroco madrileño.

imagen de la Inmaculada Concepción, de principios del siglo XIX, obra de Salvador Páramo López



Cristo crucificado en el lado de la Epístola, obra de Juan López en el 1782


lienzo de la Inmaculada Concepción, obra del pintor madrileño del siglo XVII, Antonio de Pereda. Es una de las joyas de este edificio, en el que se nota la influencia de Rubens



vista del edificio desde la Gran Vía de San Francisco

viernes, 12 de noviembre de 2010

El Palacio Real (o de Oriente)



Habría que trasladarnos a la España musulmana para contemplar el castillo que se levantaba en el mismo lugar que ocupa hoy el palacio, hasta la llegada de los Reyes de Castilla, quienes transformaron la fortaleza en el antiguo Alcázar. El Emperador Carlos I, a pesar de que no vivió en el Alcázar mandó su ampliación y mejora. Felipe II continuó las obras , mejorando y engrandeciéndole, eran los tiempos en que se instaló la Corte en Madrid y en la que el pintor Velázquez tenía un estudio dentro de dicho Alcázar, donde pintaba y trabajaba y el que podemos ver en el cuadro de Las Meninas.

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En la nochebuena de 1734, reinando ya los Borbones, el Alcázar fue pasto de las llamas en un espectacular incendio que lo destruyó por completo. Con el antiguo Alcázar, se quemaron cuadros de Durero, Tiziano, Velázquez, Rubens y Van Dyck. Felipe V, primer Borbón de la Dinastía, ordena construir un nuevo Palacio (detestaba el Alcázar y vivía en la Granja de San Ildefonso) al arquitecto italiano Filippo Juvara. El proyecto era de 476 mts de fachada por cada lado, 28 mts de altura, 34 puertas de acceso, 23 patios, 3000 ventanas, que hacía que el Palacio se tuviera que construir en otro lugar debido a sus proporciones, pero el monarca quería que estuviera en el mismo lugar que el incendiado. Así que otro arquitecto, Juan Bautista Sachetti, discípulo del anterior, presenta otro proyecto de reducidas proporciones pero utilizando parte de los planos de Juvera, ahora serán 131 mts en vez de los 476 iniciales. Felipe V muere mientras duran las obras y el siguiente Borbón, Fernando VI le da un gran impulso a las obras, al igual que siguiente monarca, Carlos III.


Entrada principal del Palacio (fachada sur)



Carlos III, llega a Madrid de Nápoles, donde reinaba. Había nacido en Madrid y admiraba profundamente la ciudad, de tal modo, que llegó a cambiarla y transformarla por completo. Acabaría las obras del nuevo Palacio, reformando, ampliando y decorando, el arquitecto Francesco Sabatini. Carlos III es el primer monarca que ocupa el Palacio, aunque su esposa Maria Amalia de Sajonia muere cuatro años antes y de ahí la famosa frase que dijo Carlos, "es el primer disgusto que me ha dado en nuestro matrimonio". Desde ese momento, fueron muchos reyes los que siguieron habitando el Palacio, hasta llegar al último monarca inquilino, Alfonso XIII.
También vivió durante un tiempo efímero el Presidente de la Segunda República Manuel Azaña, el cual se convirtió en el último personaje que habitó el Palacio y que durante ese tiempo se pasó a llamar "Palacio Nacional". Hubo incluso un rey intruso que habitó el Palacio, fue José Bonaparte, hermano de Napoleón, que durante la invasión de los franceses en la guerra de la Independencia, fue nombrado rey de España. Apodado como "Pepe Botella" por su afición a la botella, aunque hoy en día se está demostrando que no era cierto, también le llamaban "Pepe Plazuelas" los madrileños, por estar continuamente derribando casas para hacer plazas. Entre ellas, la más famosa es la Plaza de Oriente.


Fachada a la Plaza de Oriente






Pepe Botella quería que desde la puerta del Sol, se viera el Palacio y así mandó derribar todas las casas, iglesias y conventos que estuvieran de por medio. También tenía un plan para derribar todo ante el Palacio y San Francisco el Grande, y un túnel que conectara el Palacio con la casa de campo. Este si se construyó y de hecho, sigue existiendo la salida del túnel actualmente a pesar de todas las obras de enterramiento de la M-30, eso sí... ni sombra de lo que fue. Pues sigamos hablando de los derribos que Pepe hacía y centrémonos en los que derribó queriendo ver la puerta del sol. A la llegada a Madrid de Fernando VII, se encuentra con un amplísimo solar delante del Palacio a causa de los derribos y que no pudo acabar Pepe, por tener que irse de España, es el terreno de la actual Plaza de Oriente. Ese mismo año se dispone la construcción del Teatro Real en parte del solar que incluso tendría una galería circular que lo uniría con Palacio, pero a pesar de que se comenzó la edificación, el proyecto se abandonaría más tarde. Será a la muerte del monarca, cuando su sucesora al trono, Isabel II, tome la iniciativa de hacer una gran plaza ante el Palacio. Es el tutor de la reina, Agustín Argüelles y del intendente de la Casa Real, Martín de los Heros, los que le darán a Isabel la idea. Será la Plaza que dará nombre desde entonces al Palacio.




En el centro de la plaza, nos encontramos ante una de las más bellas estatuas ecuestres del mundo, la estatua de Felipe IV, del escultor Pedro Tacca, el mismo autor de la estatua de Felipe III que se encuentra en la Plaza Mayor. Velázquez pintó un cuadro de Felipe IV que se envió al escultor para la construcción de la obra, pero el encargo del monarca, exigía algo difícil y excepcional, quería que el caballo tuviera las dos patas delanteras levantadas, un difícil problema de equilibrio, pero fue Galileo Galilei el que ofreció la solución: hacer maciza la parte posterior del caballo y en hueco la parte delantera.


Estatua ecuestre de Felipe IV






Rodeando la plaza se encuentran parte de las estatuas que coronaban el Palacio y que por motivos de seguridad por el peligro del peso que representaba para el edificio, y parte por estética, Carlos III mandó que se bajaran. Las estatuas representan a reyes y reinas de España y están repartidas por varios sitios en Madrid.









La otra parte de la Plaza está dominada por otro edificio singular de Madrid, el Teatro Real






Las otras caras del Palacio, son: La Plaza de la Armería, donde se encuentra la catedral de la Almudena, los jardines del Campo del Moro (llamados así porque allí acamparon las tropas del caudillo musulmán Alí Be Yusuf, que en el año 1109 intentó reconquistar Madrid que estaba en manos de los cristianos), y por último, los Jardines de Sabatini (en honor al arquitecto que acabó la construcción del Palacio y por encontrarse en el lugar donde Sabatini construyó las Reales Caballerizas).


Jardines del Campo del Moro
















El Palacio es una verdadera belleza, su interior, con sus salas, comedor, salón de columnas, salón del trono y habitaciones privadas de los monarcas que lo habitaron, sus escaleras, su plaza de la armería, su capilla real, hacen de este Palacio que sea uno de los más bellos del mundo.























Vista del Palacio desde el interior de la catedral



Plaza de la Armería