La iglesia de San José está situada donde antes se encontraba el convento de San Hermenegildo y allí fue ordenado sacerdote Lope de Vega. El templo que se mandó construir en 1586 por fray Nicolás de Jesús y María, fue concluido en 1605, aunque fue demolido en el siglo XVIII.
Iglesia de San José antes de que existiera la Gran Vía.
Manifestación en la calle Alcalá, donde se puede ver el Teatro Apolo, San José y la casa del cura
El templo actual es rococó con portada barroca y fue un encargo que se hizo a Pedro de Ribera en 1730. En 1742 estaba concluido el convento y la iglesia por José de Arredondo y Fausto Manso. El convento fue de nuevo demolido en 1836, levantándose en su lugar el famoso teatro Apolo, templo donde se estrenaron las zarzuelas más famosas y llamado "la catedral del género chico" (del que hablaremos más adelante en este blog).
El desaparecido Teatro Apolo, lugar donde se encontraba el convento de San José
Más tarde en 1873, sería derruido el teatro también, para dejar paso a un banco que es el que sigue actualmente en su lugar. En 1910, la casa colindante a la iglesia por el lado contrario al teatro, la del cura, fue demolida en la nueva aventura de la construcción de la Gran Vía, pero la iglesia escapó milagrosamente de la piqueta y ha llegado hasta nuestros días.
Fachada ya con los laterales aumentados en altura por Juan Moya e Idígoras. Fijaos en el primer grabado de este artículo, lo bonita que era la fachada sin esta ampliación de altura. Con tal de igualar al resto de los edificios, se cargaron la bella imagen que tenía la fachada, por esta otra que lo que parece es que forma parte de los edificios de al lado.
En 1912 el arquitecto Juan Moya e Idígoras destrozó literalmente el frontal de la fachada, ampliando los laterales en altura para igualar con las casas de la zona. En la casa del cura que existía al lado de la iglesia, fue donde Alfonso XIII clavó la piqueta en 1910, comenzando aquí la nueva Gran Vía madrileña. Como hemos dicho, la iglesia tuvo suerte y Madrid, pudo conservar un templo barroco que estuvo a punto de desaparecer como tantos otros, aunque sí lo hizo el convento de las carmelitas de San Hermenegildo por dos veces consecutivas.
La fachada consta de un gran cuerpo central, que se remata por un frontón triangular, decorado con jarrones y que se curva en la parte interior. En la zona baja de la fachada se encuentran las tres puertas de acceso, con bellas rejas forjadas por Juan Gil en el siglo XVII. Los arcos de las puertas son de medio punto, rematada la central por un pequeño óculo con el escudo del Carmelo, mientras que en los laterales hay alfices quebrados. Entre las tres puertas hay ventanas enrejadas, decoradas en su parte superior por óculos.
Portada de Pedro de Ribera en la fachada de San josé
Sobre la puerta central se encuentra una gran hornacina, en cuyo centro hay una soberbia escultura de la Virgen del Carmen, obra de Roberto Michel, del siglo XVIII. Sobre ella un frontón curvo, decorado con florones. A los lados y en su parte inferior, dos roleos, sobre los cuales, en otro tiempo, se encontraban hornacinas con esculturas en yeso de San José y San Hermenegildo. Hoy estas esculturas se encuentran en el atrio del templo. Sobre la hornacina central, se dispone una ventana que ilumina la nave, rematada por un alfiz quebrado y una gran venera, sobre la que hay una especie de florero. Los cuerpos laterales, fruto de la restauración de 1912, son bastante simples, constituidos por ventanas sin elementos decorativos de importancia.
Hornacina en la portada que cobija la imagen de Nuestra Sra. del Carmen de Roberto Michel
vista lateral de las dos cúpulas del templo, la del crucero y la de la capilla de Santa Teresa
vista trasera desde la calle Infantas, donde se puede comprobar la solera del edificio
En el interior un montón de obras de arte enriquecen el templo, con obras de Alonso de Mena, Sánchez Barba, Luis Salvador Carmona, Robert Michel, Manuel Pereira, Juan Pascual de Mena y Ricardo Bellver.
Interior del templo
El interior es de planta de cruz latina, formada por tres naves, más ancha la central que las laterales. Se sostiene por grandes pilares de orden toscano, con arcos de medio punto. La nave central se cubre con bóveda de cañón con lunetos, mientras que las laterales son rebajadas. Sobre el crucero se levanta la cúpula sobre pechinas.
Retablo de 1832, donde unas columnas corintias, sujetan un entablamento, de estilo neoclásico, contiene en el centro una escultura del siglo XVIII de la Virgen del Carmen, realizada por Roberto Michel. En la parte superior, encima del entablamento del retablo, el Apoteosis de San Hermenegildo, antiguo titular del templo, del siglo XVIII. Los lienzos de las paredes, son La Adoración de los Reyes Magos y la Disputa del Niño en el Templo, obra de Jacobus Pavía en 1748. Todo el recinto contiene unas preciosas lámparas de bronce colgando.
Las pechinas representan a Pedro el Ermitaño, San Pedro Tomás, San Andrés Corsini y el Venerable Domingo de Jesús María. Todos los religiosos en las pinturas de las pechinas van a caballo, en un claro sentido bélico. La cúpula está adornada con algunos ángeles y otros elementos decorativos. Todas las pinturas de las bóvedas, cúpula y pechinas, fueron realizadas por Luis González Velázquez.
Cúpula y linterna de la iglesia
Altar Mayor con Nuestra Señora del Carmen, imagen realizada por Robert Michel
Capilla de Santa Teresa
La Capilla de Santa Teresa es como un pequeño templo realizado y añadido a la iglesia en el siglo XVIII, siguiendo los modelos del Hermano Bautista. Tiene una planta de cruz griega, con los tres brazos superiores en forma de ábsides curvos, mientras que el crucero tiene una hermosa cúpula sostenida por pechinas. Está dedicada a Santa Teresa, con unas magníficas pinturas murales de Luis González Velázquez.
Capilla de Santa Teresa al fondo
Capilla de Santa Teresa con las pinturas murales de Luis González Velázquez, mientras que la imagen titular de la capilla es obra de Luis Salvador Carmona
En el altar mayor de esta capilla, en una hornacina flanqueada por dos columnas corintias en el centro del retablo neoclásico, la escultura de Santa Teresa, obra de Luis Salvador Carmona. A los lados dos esculturas de San Elías y San Elíseo, míticos fundadores del Carmelo, ambas obras madrileñas del siglo XVIII. A los lados del altar hay dos pinturas con Santa Teresa como doctora y la Transverberación de la Santa, obras de Pedro Rodríguez de Miranda.
Dentro de un retablo neoclásico del siglo XVIII, una magnífica escultura de San Eloy, obra de Juan Pascual de Mena. Esta escultura procede de la desaparecida iglesia del Salvador.
San Juan de la Cruz, obra que algunos atribuyen a Juan Pascual de Mena y otros a los modelos de Gregorio Fernández.
Altar de la Inmaculada Concepción, obra del siglo XVIII que procede del Colegio Imperial de Madrid.
Un Ángel sirve a Elías el agua y el pan, obra de Rodríguez de Miranda
La preciosa cúpula decorada con elementos arquitectónicos y decorativos sobre pechinas de la capilla de Santa Teresa, obra de Luis González Velázquez
Detalle de la nave de la iglesia
Órgano
Imagen de San José, obra de Luis Salvador Carmona
La preciosa imagen de San José, obra de Luis Salvador Carmona
Cristo del Desamparo, del siglo XVII, obra de Alonso de Mena, una de sus mejores obras que data de 1631. Esta escultura quedó sin policromar por la muerte de su autor
En la urna delante del Cristo, La Virgen del Traspaso, obra de los talleres granadinos en cera policromada del siglo XVIII
Un precioso Cristo crucificado en la Capilla del Santísimo, de la escuela madrileña del siglo XVIII
Cristo yacente atribuido a Sánchez Barba, del siglo XVIII. Vemos un gran parecido a la que se encuentra en la iglesia del Carmen del mismo autor.
Sobre un friso de azulejería, la escultura de Nuestra Señora del Rosario, de Ricardo Bellver, autor del Ángel Caído del Retiro. Esta talla fue retirada de la iglesia.
Nuestra Señora del Rosario, obra de Ricardo Bellver
Cristo Crucificado en la sacristía.
Sacristía
Imagen de Jesús Nazareno del siglo XIX
Detalle de la cúpula y su linterna
En esta iglesia hace muchos años, me acercaba los domingos por la mañana para oír como un organista ensayaba tocando el órgano del templo. Un templo oscuro, por el que entraba un rayo de luz desde la linterna de la cúpula, creando una atmósfera única, que sumado a las notas que salían de los tubos de su órgano, me hacían estremecer mientras oía las cantatas de Bach.
La iglesia necesita una restauración urgente, ya que se encuentra decorada con numerosas pinturas en sus muros y techos, algunas de difícil lectura por su oscurecimiento y desconchones que se pueden apreciar sobre todo en la zona del crucero.
El bello atrio de la iglesia, que contiene las estatuas que estuvieron en la fachada
Atrio con las rejas forjadas de Juan Gil en el siglo XVII. Las pinturas de los techos recuerdan mucho a los modelos de Teodoro Ardemans.
Vista de la iglesia desde la calle Alcalá