sábado, 21 de noviembre de 2009

San Andrés: El barrio de San Isidro



En torno a la parroquia de San Andrés, nos situamos en uno de los centros fundamentales y de mayor historia del Madrid antiguo. Aquí estaban los palacios de los Lasso de Castilla, de los Vargas, de los Lujanes, los de Alvarez de Toledo, los de Anglona, etc. La zona está enmarcada por tres plazas: La plaza de la Paja, la de Carros y la de San Andrés. Está la parroquia de San Andrés, la Capilla del Obispo y la Capilla de San Isidro. Todo incluido en un recinto amurallado con un conjunto de calles estrechas, cuestas y la Puerta de Moros. Aquí fue donde nació, vivió y murió nuestro patrón San Isidro y por eso, parte de sus vestigios, son herencia de ello. Pasear por este barrio nos evoca recuerdos de un pasado latente de un Madrid medieval con sus intrincadas callejuelas, su empedrado en el suelo, la escasez del tráfico de coches gracias a sus calles estrechas y topografía del terreno. La historia pasada se hace presente, una y otra vez, andando por sus callejas, donde el visitante quedará cautivado por la belleza de sus rincones y por la tranquilidad que se respira. Aunque subiré un artículo por cada edificio, hagamos un breve recorrido por la zona.

Abside de la Capilla del Obispo y cúpula de la Capilla de San Isidro


Vamos a situarnos en la Plaza de los Carros, donde se encontraba la Puerta de Moros, que daba acceso al camino de Toledo. Desde allí podemos contemplar la grandiosidad de la Capilla de San Isidro, construida en parte con las piedras de la muralla que cerraba la zona. El Palacio de los Marqueses de Villafranca es un edificio con dos puertas adinteladas, flanqueadas por columnas y donde residió Jose Alvarez de Toledo, duque de Alba por su matrimonio con la Duquesa Cayetana. Si bajamos por la Costanilla de San Andrés, nos encontramos a la derecha con la parroquia de San Andrés. Una de las más antiguas de la ciudad y posiblemente construida en lo que fue la mezquita árabe más importante de la zona. En esta parroquia fue bautizado San Isidro y donde hasta el día que murió, siempre entraba para rezar. La parroquia estaba unida con el Palacio de los Lasso de Castilla, que fue residencia del Cardenal Cisneros y de los Reyes Católicos, que mandaron construir un pasadizo elevado desde la gran torre, que comunicaba el Palacio con la tribuna real de la parroquia para los grandes actos religiosos, uno de ellos fue cuando apadrinaron a Rodrigo Díaz de Vivar que fue bautizado en esta parroquia y que todavía hoy se puede ver en una placa, el lugar donde estaba el pasadizo. Al lado de la parroquia estaba el cementerio de San Andrés, que fue donde se enterró a San Isidro después de su muerte, aunque en 1212 al comprobar que su cuerpo estaba incorrupto, fue trasladado a la parroquia para venerarle. Al lado del cementerio, está la Casa de Francisco Vargas, descendiente de Iván de Vargas, al que sirvió San Isidro. Francisco Vargas construyó una nueva capilla en la parroquia de San Andrés. En el sitio donde estuvo el cementerio, levantó la nueva capilla dedicada a Santa María y a San Juan de Letrán y destinada para albergar el cuerpo de San Isidro, donde estuvo desde 1518. Pero en 1544, discrepancias entre los clérigos de la parroquia y los de la capilla, hizo que de nuevo se trasladara el cuerpo a San Andrés e incluso se tapió el acceso de la iglesia con la capilla, quedando totalmente desvinculadas para siempre, ya que donde estaba el acceso, más tarde se construiría el sepulcro de Gutierre de Carvajal y Vargas, obispo de Plasencia, que renovaría la capilla y la destinaría como panteón familiar de los Vargas. Allí están los sepulcros de su padre don Francisco Vargas, su mujer Inés de Carvajal y el del propio obispo, siendo este último una maravilla del plateresco, junto al retablo de la capilla, que llega a ser el plateresco más puro de todo Castilla, del que hablaremos cuando publique el artículo sobre la Capilla del Obispo.
En el siglo XVII para dar especial veneración al santo en su canonización, se construye una nueva capilla que también estará pegada a San Andrés, dando a la plaza de los Carros, con estilo barroco madrileño, con una bella cúpula encamonada. Ya hemos dicho que hay que derribar parte de la muralla con la que se construirá la capilla, además de los Palacios de de Fadrique Enríquez y del duque de Béjar y en ese lugar se empieza la edificación. El cuerpo del santo es trasladado el 15 de mayo de 1669, aunque estuvo muy poquitos años, y pasaría a la Colegiata de San Isidro donde permanece hasta nuestros días. Junto a la Capilla, estaban las casas de Antonio de Luxán, donde Iván de Vargas tenía una de ellas con las vaquerizas. Aquí vivió San Isidro y en ella se encuentra el pozo donde cayó su hijo (palacio de los condes de Paredes), aunque se está descubriendo ultimamente que realmente donde vivió el santo y donde se encuentra el verdadero pozo fue en el Palacio de los Luxanes de la Morería (actual Colegio de San Ildefonso). En la parte baja de nuestro recorrido, llegamos a la Plaza de la Paja, llamada así por que era donde se vendía la paja a los clérigos de la Capilla del Obispo. Aquí podemos ver el Palacio ya mencionado de los Luxanes de la Morería, y al otro lado de la plaza, la lateral del Palacio del Marqués de la Romana con el jardín, más tarde el Palacio del Príncipe de Anglona, de la familia de los marqueses de Javalquinto. Al final de esta calle contemplamos la torre mudéjar de San Pedro el Real. De cada uno de estos edificios y monumentos, hablaremos en sucesivos artículos.

Palacio del Príncipe de Anglona


Lateral del Palacio del Príncipe de Anglona y la torre mudéjar de San Pedro al fondo


Plaza de la Paja y al fondo la entrada a la Capilla del Obispo. Encima, la torre de la parroquia de San Andrés

martes, 17 de noviembre de 2009

Otros siglos al otro lado de la puerta

Puerta de Alcalá 1857



Puerta de Toledo 1865



Puerta de San Vicente 1880


Puerta de Hierro


Portillo de Fuencarral


fotos de Urbanity.com

Hablaremos también de cada puerta en su respectivo artículo en su momento.

domingo, 15 de noviembre de 2009

El Gótico en Madrid

Todos sabéis de mi devoción por el gótico. Pues revisemos lo poquito gótico que tenemos en Madrid. Aquí en la capital nos aferramos en su momento al mudéjar porque era más barato que el florido gótico francés y nunca llegó a entrar ese maravilloso estilo arquitectónico como es el gótico.
En otra ocasión hablaremos del neogótico que de ese estilo sí que tenemos más producción, pero lo que se refiere a gótico, tenemos poco de lo que hablar. Aquí os dejo lo que tenemos y más adelante hablaremos de cada construcción en otros artículos.

San Jerónimo el Real (Los Jerónimos), Madrid de los Borbones


La Capilla del Obispo, Madrid de los Austrias



Puerta del Convento Hospital de La Latina



Torre de Los Lujanes, Madrid de los Austrias


Monasterio de Santa María de El Paular, Rascafría





Iglesia de La Magdalena, Torrelaguna



Nuestra Señora de la Asunción, Colmenar Viejo



Catedral de Alcalá de Henares

jueves, 12 de noviembre de 2009

San Isidro Labrador: El Patrón de Madrid

Vamos a inaugurar la nueva sección de Madrileños Ilustres de Madrid. Periódicamente iremos conociendo la vida de algún personaje que naciera en Madrid o tuviera mucho que ver con la ciudad. Empezaremos con nuestro patrón, como es normal.


Isidro de Merlo y Quintana era un labrador, hijo de labradores y que fue bautizado en la Parroquia de San Andrés. Trabajaba a las órdenes de Iván de Vargas, principal caballero de uno de los más limpios linajes madrileños, Los Vargas. Trabajaba las tierras que se encontraban más allá del río Manzanares y donde hizo manar el agua milagrosa de una fuente para calmar la sed de su amo. Allí cuenta la leyenda que los ángeles labraban las tierras mientras el oraba de rodillas y el propio Iván de Vargas vio con sus ojos como dos ángeles labraban su tierra más rápido por que Isidro se había detenido a rezar en todas las Parroquias de camino al trabajo.
En un año de sequía, temiendo por la cosecha de su señor, dio un golpe en la tierra con su hazadón haciendo brotar un manantial que daba suficiente agua como para abastecer todo Madrid. El agua de este milagroso manantial curó al rey Felipe III de una grave enfermedad.
Salvó a su hijo caído en un pozo, haciendo subir las aguas, daba comidas en su casa para los pobres y en una ocasión que escaseaban los alimentos, multiplicó la comida bendiciendo el puchero y un montón de milagros que se han cifrado en más de cuatrocientos y su caridad ilimitada, hicieron que se le admirase y venerase en vida. En 1108 con la invasión de Madrid por los almorávides, Isidro fue hacia el norte y se refugió en Torrelaguna, donde conoció a su mujer, María de la Cabeza. Mientras que Isidro iba a labrar las tierras, su mujer se dedicaba a la casa y acudía diariamente a la ermita a encender las lámparas, vestir a la virgen y a rezar. Después se mudaron a Talamanca para trabajar en las tierras de Los Vargas y allí fue donde ocurrió otro de los milagros famosos de San Isidro. Las malas lenguas extendieron el rumor de que María engañaba a Isidro con los pastores de la Vega del Jarama y cuando llegaron los rumores al propio Isidro, decidió ir a escondidas para ver que hacía su mujer. Escondido tras los matorrales, vio como su mujer regresaba de la ermita por el otro lado del río y al llegar a la orilla, ella levantó la cabeza, hizo la señal de la cruz, tendió su manto sobre el río, se puso de pié encima de él y como si andara por tierra firme, atravesó el río. Isidro no volvería a desconfiar en su esposa ni a hacer caso de las calumnias y habladurías.
En el año 1109, Iván de Vargas pide a Isidro que se traslade a su hacienda de Madrid donde tenía grandes posesiones: unas de regadío por donde hoy se encuentra la ermita de la Virgen del Puerto, otras de secano en lo que hoy se conoce como la Pradera del Santo y otras situadas más lejos, en los Carabancheles. Isidro accede y se aloja junto a su mujer en una de las casas de su señor, junto a la iglesia de San Andrés. Desde aquí, Isidro cruzaba todos los días la muralla madrileña por la puerta del Moro en dirección a las tierras de la ribera del Manzanares, no sin antes visitar varias iglesias para hacer oración, especialmente las de Santa María y la Virgen de Atocha, de quien era gran devoto, lo que provocaba que algunas veces llegase más tarde a su lugar de trabajo.
San Isidro murió cerca de los noventa años en la casa de Madrid en la que vivía.
Era tal la admiración y devoción que los madrileños le tenían, que a su muerte, sentida por todos, sin esperar ninguna decisión Papal ya era tomado por santo y desde ese momento empezó el culto a San Isidro.

El 15 de mayo de 1620, Madrid se enteró de que su Santidad Pablo V había beatificado el año anterior a Isidro. Para celebrar este acto, Madrid estrenó la Plaza Mayor. Fueron 3 años después de su beatificación, cuando otro Papa, Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, estando reinando España Felipe IV, canonizó solemnemente a Isidro en presencia de treinta y dos Cardenales y a la vez que a otros tres santos españoles: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Francisco Javier. Pero en ese momento, hacía más de cuatrocientos años que en Madrid se veneraba su cuerpo incorrupto, exumado de su tumba el 1 de octubre de 1212 y expuesto en la Parroquia de San Andrés, aunque un año más tarde, tenía capilla propia que hizo construir Alfonso VIII, estando hasta que en 1535 pasó a la Capilla del Obispo, donde permaneció hasta el 24 de junio de 1560. En 1668, Carlos II le hizo una Capilla propia, la Capilla de San Isidro, de la que hablaremos en la siguiente entrada de este blog y en 1769 Carlos III le llevó al templo de los jesuitas de la calle Toledo donde permanece hoy en día en su altar mayor, llamándose Colegiata de San Isidro, y que fue Catedral Provisional de Madrid mientras duraron las obras de la Almudena. Por su profesión de labrador, es considerado el patrono de todos los labradores y Santo y patrón de los Ingenieros Agrónomos.

En el siguiente artículo pongo un texto sobre los traslados que tuvo el cuerpo de San Isidro a capricho de nobles y reyes, es muy interesante toda la información y os recomiendo encarecidamente su lectura.