Construida entre el paso del gótico al renacimiento, estamos ante uno de los edificios góticos que ha llegado a nuestros días en Madrid. Como ya comentamos en el artículo dedicado al barrio de San Andrés, la Capilla del Obispo se levantó donde estaba el cementerio de la parroquia de San Andrés, como ampliación de la capilla edificada por Alfonso VIII para albergar el cuerpo de San Isidro. Fundada por Francisco de Vargas, y en memoria de que San Isidro sirvió para su antepasado Iván de Vargas, fue donde se trasladó el cuerpo del santo en 1518 o en 1535 (aquí nadie se pone de acuerdo) después de que el Papa Leon X, concediera su custodia a la familia de los Vargas. Pero en lo que sí se coincide es que en 1544, volvieron las discrepancias entre los clérigos de la Iglesia y los de la Capilla, y tuvo que volver a interceder el Papa, que en esta ocasión era Paulo III, cediendo de nuevo la custodia y el traslado del arca con los restos del santo, de nuevo a la parroquia e inclusive, se tapió la puerta de comunicación entre la Capilla y la iglesia parroquial para siempre. Vamos... que quedaron pero que muy enfadados....
Fue entonces cuando el segundo hijo de Francisco de Vargas, el obispo de Plasencia, Don Gutierre de Carvajal y Vargas, renovó y acondicionó de nuevo la Capilla, llamada durante ese periodo "Capilla del cuerpo de San Isidro" y pasó a ser la Capilla de Santa María y de San Juan de Letrán, aunque hasta nosotros ha llegado como "La Capilla del Obispo" y la destinó a panteón familiar para los Vargas. Allí se dispuso el enterramiento de sus padres, Don Francisco de Vargas y de su esposa Inés de Carbajal, al mismo tiempo que dotó a la capilla de un magnífico retablo y otras obras de arte.
La capilla está llena de obras de gran magnitud. Como hemos dicho antes, la capilla se construyó entre la transición del gótico tardío al renacimiento. La nave y el ábside están cubiertas por bóvedas góticas de crucería, la fachada que da a la Plaza de la Paja es la única parte exterior que tiene estilo renacentista, con un arco de medio punto al final de dos tramos enfrentados de escalera que salvan el desnivel de la Plaza hasta la entrada. Una vez que cruzamos la puerta primitiva del templo. se cruza un pequeño patio muy pobre arquitectónicamente hablando.
Entramos en la capilla y nos encontramos con otra joya magistral: El retablo del altar mayor que preside el ábside, obra de Francisco Giralde, colaborador de Alonso Berruguete.
A ambos lados del retablo se encuentran los sepulcros de los padres. También contiene la capilla un coro alto cubierto con artesonado.
Retablo en el altar mayor, obra de Francisco Giralde
En la parte derecha de la capilla, donde se encontraba la puerta que comunicaba con la iglesia de San Andrés, se encuentra el grandioso sepulcro que el mismo obispo se hizo construir para él, una verdadera obra maestra en alabastro. Se trata de un gran arco central, con encuadramiento de columnas y ático. En el hueco central se sitúa el bulto orante del obispo con tres clérigos y al fondo, un magnífico relieve con la Oración del huerto. A los lados, figuras femeninas de acusado manierismo y representaciones de Cristo después de la flagelación y Las Lágrimas de San Pedro y, en el ático, ángeles portadores de símbolos eclesiales y el Ecce Homo en el centro. De gran belleza son los niños cantores del basamento.
Detrás de la Sacristía se encontraba la bajada a las bóvedas donde estaban, los enterramientos de la dinastía de los Vargas, Carbajales y marqueses de San Vicente. Gutierre de Carvajal y Vargas, Obispo de Plasencia y verdadero artífice de este panteón familiar, recibió sepultura en marzo de 1576.
La capilla se volvió a restaurar a finales del siglo XIX, pero desde 1924 no se ha vuelto a celebrar culto en ella, hasta la actualidad, 85 años después, la capilla ha estado cerrada a cal y canto para el público. Ya escribía Antonio Velasco Zazo en aquella época una frase que hasta hace dos meses, podíamos aplicar: "aquel recinto está cerrado como un sepulcro".
La Capilla del Obispo está constituida por una única nave de gran altura, sustentada en el exterior por unos potentes contrafuertes. El interior de gran anchura en la nave, constituida por tres tramos: presbiterio sobre un graderío, nave y zona de tribuna, dispuesta a manera de coro. Todo el edificio se cubre por unas esbeltas bóvedas de crecería. Las ventanas son de pequeño tamaño, pero dan una buena iluminación al edificio.
La puerta exterior es de gran belleza. Fue realizada en el siglo XVI por algún escultor del círculo de Francisco de Giralte, artista palentino que trabajó ampliamente en este edificio. En las puertas, cobijadas por un arco de medio punto, hay relieves tallados en madera. Toda una obra de arte renacentista.
Una vez atravesado el patio, nos encontramos ante las magníficas puertas talladas que dan acceso a la capilla. Estas puertas son lo mejor que se puede contemplar en Castilla en cuanto a talla en madera renacentista, atribuidas durante mucho tiempo a Francisco de Villalpando, hoy día se sabe que seguramente sean de Cristobal de Robles, que también hizo la talla de los cajones de la Sacristía. Están hechas en madera de nogal y diferentes relieves que representan la expulsión de Adán y Eva del paraíso y de la Anunciación, escudos de Gutierre de Carvajal, bustos en medallones y otros motivos bíblicos. Toda una obra maestra de la escultura renacentista en España.
Éxtasis de San Francisco, obra de Eugenio Cajés, pintor madrileño del siglo XVII
Virgen de los Desamparados, lienzo anónimo español del siglo XVIII
La Capilla del Obispo ha abierto sus puertas después de 44 años cerrada, el 24 de junio de este año, por lo que al fin podemos admirar de nuevo uno de los poquitos elementos góticos que tenemos en la capital.
Conjunto de San Andrés visto desde la Costanilla de San Andrés:
tejado de la Capilla del Obispo, torre de la parroquia de San Andrés y cúpula de la Capilla de San Isidro