Vamos a inaugurar la nueva sección de Madrileños Ilustres de Madrid. Periódicamente iremos conociendo la vida de algún personaje que naciera en Madrid o tuviera mucho que ver con la ciudad. Empezaremos con nuestro patrón, como es normal.
Isidro de Merlo y Quintana era un labrador, hijo de labradores y que fue bautizado en la Parroquia de San Andrés. Trabajaba a las órdenes de Iván de Vargas, principal caballero de uno de los más limpios linajes madrileños, Los Vargas. Trabajaba las tierras que se encontraban más allá del río Manzanares y donde hizo manar el agua milagrosa de una fuente para calmar la sed de su amo. Allí cuenta la leyenda que los ángeles labraban las tierras mientras el oraba de rodillas y el propio Iván de Vargas vio con sus ojos como dos ángeles labraban su tierra más rápido por que Isidro se había detenido a rezar en todas las Parroquias de camino al trabajo.
En un año de sequía, temiendo por la cosecha de su señor, dio un golpe en la tierra con su hazadón haciendo brotar un manantial que daba suficiente agua como para abastecer todo Madrid. El agua de este milagroso manantial curó al rey Felipe III de una grave enfermedad.
Salvó a su hijo caído en un pozo, haciendo subir las aguas, daba comidas en su casa para los pobres y en una ocasión que escaseaban los alimentos, multiplicó la comida bendiciendo el puchero y un montón de milagros que se han cifrado en más de cuatrocientos y su caridad ilimitada, hicieron que se le admirase y venerase en vida. En 1108 con la invasión de Madrid por los almorávides, Isidro fue hacia el norte y se refugió en Torrelaguna, donde conoció a su mujer, María de la Cabeza. Mientras que Isidro iba a labrar las tierras, su mujer se dedicaba a la casa y acudía diariamente a la ermita a encender las lámparas, vestir a la virgen y a rezar. Después se mudaron a Talamanca para trabajar en las tierras de Los Vargas y allí fue donde ocurrió otro de los milagros famosos de San Isidro. Las malas lenguas extendieron el rumor de que María engañaba a Isidro con los pastores de la Vega del Jarama y cuando llegaron los rumores al propio Isidro, decidió ir a escondidas para ver que hacía su mujer. Escondido tras los matorrales, vio como su mujer regresaba de la ermita por el otro lado del río y al llegar a la orilla, ella levantó la cabeza, hizo la señal de la cruz, tendió su manto sobre el río, se puso de pié encima de él y como si andara por tierra firme, atravesó el río. Isidro no volvería a desconfiar en su esposa ni a hacer caso de las calumnias y habladurías.
En el año 1109, Iván de Vargas pide a Isidro que se traslade a su hacienda de Madrid donde tenía grandes posesiones: unas de regadío por donde hoy se encuentra la ermita de la Virgen del Puerto, otras de secano en lo que hoy se conoce como la Pradera del Santo y otras situadas más lejos, en los Carabancheles. Isidro accede y se aloja junto a su mujer en una de las casas de su señor, junto a la iglesia de San Andrés. Desde aquí, Isidro cruzaba todos los días la muralla madrileña por la puerta del Moro en dirección a las tierras de la ribera del Manzanares, no sin antes visitar varias iglesias para hacer oración, especialmente las de Santa María y la Virgen de Atocha, de quien era gran devoto, lo que provocaba que algunas veces llegase más tarde a su lugar de trabajo.
San Isidro murió cerca de los noventa años en la casa de Madrid en la que vivía.
Era tal la admiración y devoción que los madrileños le tenían, que a su muerte, sentida por todos, sin esperar ninguna decisión Papal ya era tomado por santo y desde ese momento empezó el culto a San Isidro.
El 15 de mayo de 1620, Madrid se enteró de que su Santidad Pablo V había beatificado el año anterior a Isidro. Para celebrar este acto, Madrid estrenó la Plaza Mayor. Fueron 3 años después de su beatificación, cuando otro Papa, Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, estando reinando España Felipe IV, canonizó solemnemente a Isidro en presencia de treinta y dos Cardenales y a la vez que a otros tres santos españoles: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Francisco Javier. Pero en ese momento, hacía más de cuatrocientos años que en Madrid se veneraba su cuerpo incorrupto, exumado de su tumba el 1 de octubre de 1212 y expuesto en la Parroquia de San Andrés, aunque un año más tarde, tenía capilla propia que hizo construir Alfonso VIII, estando hasta que en 1535 pasó a la Capilla del Obispo, donde permaneció hasta el 24 de junio de 1560. En 1668, Carlos II le hizo una Capilla propia, la Capilla de San Isidro, de la que hablaremos en la siguiente entrada de este blog y en 1769 Carlos III le llevó al templo de los jesuitas de la calle Toledo donde permanece hoy en día en su altar mayor, llamándose Colegiata de San Isidro, y que fue Catedral Provisional de Madrid mientras duraron las obras de la Almudena. Por su profesión de labrador, es considerado el patrono de todos los labradores y Santo y patrón de los Ingenieros Agrónomos.
En el siguiente artículo pongo un texto sobre los traslados que tuvo el cuerpo de San Isidro a capricho de nobles y reyes, es muy interesante toda la información y os recomiendo encarecidamente su lectura.
Isidro de Merlo y Quintana era un labrador, hijo de labradores y que fue bautizado en la Parroquia de San Andrés. Trabajaba a las órdenes de Iván de Vargas, principal caballero de uno de los más limpios linajes madrileños, Los Vargas. Trabajaba las tierras que se encontraban más allá del río Manzanares y donde hizo manar el agua milagrosa de una fuente para calmar la sed de su amo. Allí cuenta la leyenda que los ángeles labraban las tierras mientras el oraba de rodillas y el propio Iván de Vargas vio con sus ojos como dos ángeles labraban su tierra más rápido por que Isidro se había detenido a rezar en todas las Parroquias de camino al trabajo.
En un año de sequía, temiendo por la cosecha de su señor, dio un golpe en la tierra con su hazadón haciendo brotar un manantial que daba suficiente agua como para abastecer todo Madrid. El agua de este milagroso manantial curó al rey Felipe III de una grave enfermedad.
Salvó a su hijo caído en un pozo, haciendo subir las aguas, daba comidas en su casa para los pobres y en una ocasión que escaseaban los alimentos, multiplicó la comida bendiciendo el puchero y un montón de milagros que se han cifrado en más de cuatrocientos y su caridad ilimitada, hicieron que se le admirase y venerase en vida. En 1108 con la invasión de Madrid por los almorávides, Isidro fue hacia el norte y se refugió en Torrelaguna, donde conoció a su mujer, María de la Cabeza. Mientras que Isidro iba a labrar las tierras, su mujer se dedicaba a la casa y acudía diariamente a la ermita a encender las lámparas, vestir a la virgen y a rezar. Después se mudaron a Talamanca para trabajar en las tierras de Los Vargas y allí fue donde ocurrió otro de los milagros famosos de San Isidro. Las malas lenguas extendieron el rumor de que María engañaba a Isidro con los pastores de la Vega del Jarama y cuando llegaron los rumores al propio Isidro, decidió ir a escondidas para ver que hacía su mujer. Escondido tras los matorrales, vio como su mujer regresaba de la ermita por el otro lado del río y al llegar a la orilla, ella levantó la cabeza, hizo la señal de la cruz, tendió su manto sobre el río, se puso de pié encima de él y como si andara por tierra firme, atravesó el río. Isidro no volvería a desconfiar en su esposa ni a hacer caso de las calumnias y habladurías.
En el año 1109, Iván de Vargas pide a Isidro que se traslade a su hacienda de Madrid donde tenía grandes posesiones: unas de regadío por donde hoy se encuentra la ermita de la Virgen del Puerto, otras de secano en lo que hoy se conoce como la Pradera del Santo y otras situadas más lejos, en los Carabancheles. Isidro accede y se aloja junto a su mujer en una de las casas de su señor, junto a la iglesia de San Andrés. Desde aquí, Isidro cruzaba todos los días la muralla madrileña por la puerta del Moro en dirección a las tierras de la ribera del Manzanares, no sin antes visitar varias iglesias para hacer oración, especialmente las de Santa María y la Virgen de Atocha, de quien era gran devoto, lo que provocaba que algunas veces llegase más tarde a su lugar de trabajo.
San Isidro murió cerca de los noventa años en la casa de Madrid en la que vivía.
Era tal la admiración y devoción que los madrileños le tenían, que a su muerte, sentida por todos, sin esperar ninguna decisión Papal ya era tomado por santo y desde ese momento empezó el culto a San Isidro.
El 15 de mayo de 1620, Madrid se enteró de que su Santidad Pablo V había beatificado el año anterior a Isidro. Para celebrar este acto, Madrid estrenó la Plaza Mayor. Fueron 3 años después de su beatificación, cuando otro Papa, Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, estando reinando España Felipe IV, canonizó solemnemente a Isidro en presencia de treinta y dos Cardenales y a la vez que a otros tres santos españoles: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Francisco Javier. Pero en ese momento, hacía más de cuatrocientos años que en Madrid se veneraba su cuerpo incorrupto, exumado de su tumba el 1 de octubre de 1212 y expuesto en la Parroquia de San Andrés, aunque un año más tarde, tenía capilla propia que hizo construir Alfonso VIII, estando hasta que en 1535 pasó a la Capilla del Obispo, donde permaneció hasta el 24 de junio de 1560. En 1668, Carlos II le hizo una Capilla propia, la Capilla de San Isidro, de la que hablaremos en la siguiente entrada de este blog y en 1769 Carlos III le llevó al templo de los jesuitas de la calle Toledo donde permanece hoy en día en su altar mayor, llamándose Colegiata de San Isidro, y que fue Catedral Provisional de Madrid mientras duraron las obras de la Almudena. Por su profesión de labrador, es considerado el patrono de todos los labradores y Santo y patrón de los Ingenieros Agrónomos.
En el siguiente artículo pongo un texto sobre los traslados que tuvo el cuerpo de San Isidro a capricho de nobles y reyes, es muy interesante toda la información y os recomiendo encarecidamente su lectura.
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